Por María Jimena Duzán
Sábado 17 Abril 2010
Solo falta que Juan Manuel Santos salga a decir que Mockus es un imbécil porque este no encaja en su definición de lo que debe ser un político en Colombia -"es de imbéciles no cambiar cuando las circunstancias, cambian" fue la frase que sacó del birrete para justificar su laxitud en materia de convicciones políticas-, y lo acuse de ser un coherente irredento o de ser demasiado honesto consigo mismo para cerrar la cuadratura del círculo y convertir la ola verde en todo un tsunami político que podría arrasar con todo el uribismo. Pero no solo el fenómeno Mockus se le ha vuelto inmanejable a la coalición uribista. Tiene a los encuestadores locos al punto de que una firma mandó a repetir la encuesta al ver que Mockus salía punteando y al Polo sudando peto. El otro día oí decir a la vicepresidenta de ese partido, la doctora Clara López Obregón, miembro de una de las familias más representantivas del establecimiento político bogotano, que Antanas Mockus pertenecía a las élites y que no tenía ninguna base popular. Evidentemente Mockus no es un fenómeno en los estratos 1 y 2, pero me atrevería a decir que en esas esferas la doctora López Obregón es aún más desconocida que Antanas.
¿Qué es lo que en realidad encarna Mockus que tiene a todos los políticos de derecha y de izquierda de este país pariendo borugos?
Yo he terminado por creer que Mockus encarna unos valores éticos y democráticos que se han ido desarticulando en nuestra sociedad, en medio de tanta violencia y de tanto
desajuste social. De repente valores como la honestidad, la transparencia, la lealtad, el apego a la legalidad, se convierten en temas de campaña y vuelven a tener un significado importante en la agenda pública del país. Mockus, con su autoridad moral, consigue desplazar por primera vez en ocho años la diatriba uribista tan corta en imaginación como en vocablos. Por momentos uno podría pensar que el país está volviendo a sus cabales y que, a pesar de tantas cosas que le han ocurrido, no ha perdido la cordura, ni la fuerza, ni la esperanza.
Mockus, con su mensaje simple y concreto, no solo encarna un decálogo de virtudes éticas que son una rareza en estos tiempos. También encarna a una sociedad hastiada de muchas cosas: de las Farc y de su desdén por la vida humana, pero también de los insaciables políticos corruptos, sean de izquierda, de centro o de derecha; de las alianzas que la clase política ha ido fraguando con la mafia paramilitar concebidas en mala hora con el propósito de capturar los dineros del erario en sus regiones y de los excesos cometidos en estos ocho años de gobierno de Uribe en nombre de la seguridad democrática, de las equivocaciones del Polo y del desgaste del Partido Liberal.
El ascenso de Mockus en las encuestas, así no lo crean los uribistas, demuestra que esta sociedad repudia hasta los tuétanos los 'falsos positivos', que no se olvida de la Yidispolítica, y que repudia la forma como el gobierno Uribe utilizó el DAS para perseguir y amenazar a los opositores, a los periodistas críticos y a los magistrados de la Corte que investigan la parapolítica. Con Mockus arriba en las encuestas, se le está diciendo a la clase política que se aferra siempre al poder que para ser político en Colombia no solo se necesita ser un avión sino ser decente, honesto y leal con sus convicciones.
Yo no sé si Mockus va a ser el próximo Presidente de este país. Tampoco si es de izquierda, como dicen los uribistas, o si es de derecha, como lo afirma el Polo. De lo que sí estoy segura es de que es la mejor carta para enfrentar a la clase política tradicional y corrupta que ha gobernado este país. Y a mí eso me basta, así a los uribistas les parezca un imbécil.
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