jueves, 4 de febrero de 2010

Presidente Uribe: reconstruya usted a Haití


Esto es bastante gracioso. Ahí se le nota lo Ácido a Daniel Samper








Presidente Uribe: reconstruya usted a Haití
Por Daniel Samper Ospina


Contrario a lo que piensan algunos desconsiderados que lo tildaron de populista por su noble intención de visitar Haití, yo no sólo estoy de acuerdo con que el pre

sidente Uribe viaje a ese país, sino que creo que debe instalarse allá por varios años.

Sé que es un gran sacrificio para Colombia, pero entendámoslo: ya gozamos el privilegio de tenerlo durante dos períodos y ahora es justo compartirlo con otros países que también merecen salir del subdesarrollo.

Seamos solidarios de verdad. Haití necesita una ayuda verdadera. No se trata de pequeños paliativos: no se trata de que Galy Galiano organice un concierto en beneficio de los haitianos o de que Claudia Hoyos vuelva a vestirse de pilandera para recaudar fondos. Sé que en Colombia sobra gente solidaria como Marlon Becerra, que seguramente ofrecerá diseños de sonrisa a los damnificados con muy buenos descuentos.

Pero no nos engañemos: esas no son ayudas estructurales. Son limosnas. El único de esos gestos que me parece justificable es el de René Higuita, que aprovechará su partido de despedida este domingo para recaudar fondos que ayuden en la reconstrucción de Haití; a su vez, unos damnificados jugarán fútbol en Puerto Príncipe para recaudar fondos que ayuden a la reconstrucción de René Higuita.

Salvo ese caso, los demás son débiles. Si el propósito verdadero es hacer de Haití ya no digamos un pueblo que supere un terremoto, sino un país moderno, que ingrese al Primer Mundo y que respete las leyes y la Constitución, no podemos ser mezquinos: debemos desprendernos del presidente Uribe y compartirlo con ellos.

No es fácil para mí solicitarlo. Lo hago reteniendo las lágrimas. Pero su misma doctrina me enseñó a tener el corazón grande, y por eso tomo impulso para decírselo:

Presidente Uribe: diríjase cuanto antes a Puerto Príncipe. Monte allá una tienda de campaña, usted, que vive de campaña, y traslade a todo su gabinete a esa tierra devastada para sacarla adelante.

No deje uno solo de sus ministros acá, salvo, quizás al de Hacienda: la mueca de tragedia con la que siempre anda es lo que menos necesitan ver los damnificados en estos momentos.

Salvo él, vaya con todos.

Y aplíquele a ese sufrido pueblo la misma receta milagrosa con que cocinó nuestro despegue definitivo.

Ordénele al ministro de Obras que inicie las tareas de reconstrucción de Puerto Príncipe cuanto antes; que construya autopistas y carreteras de doble calzada; que edifique rápidamente el aeropuerto, tal y como lo hizo con el de Bogotá; solicítele que haga todo de forma clara y expedita a través de unas licitaciones transparentes que pueda ganar el doctor William Vélez. Porque el doctor Vélez también debe ir allá, a Haití, a colaborar con su ímpetu empresarial.

Para apaciguar socialmente a la población, convenza a el ‘Píncher’ Arias de que retire su candidatura y se vaya con usted a organizar la repartición de tierras: que otorgue subsidios y expida incentivos a los menos necesitados para que en Haití reine la paz social.

Llévese a Tomás y Jerónimo para que ayuden a organizar el asunto de las basuras; anime a César Mauricio Velásquez para que evangelice a la población, casi toda entregada al vudú; pídale a Luis Carlos Restrepo que trate psiquiátricamente a las víctimas del terremoto; convoque a los hijos de Name, de Dáger, de Turbay, para que ocupen las embajadas de Haití en el mundo, y lo representen con dignidad y preparación.

Y llévese a Valencia Cossio, Presidente, que seguro le será útil. Él ya estuvo una vez allá, ayudando: trepado en una de las bases de un helicóptero, con el mechón canoso trepidando en el aire, tiraba a manos llenas raciones de comida y demás estímulos, como si allá abajo no hubiera damnificados sino congresistas de la U.

Lo hizo con tanta destreza, que vale la pena que se instale del todo en Puerto Príncipe y reeduque a la clase política de Haití: que les enseñe a ser decentes, a no comprar apoyos, a no ser nepotistas.

Presidente: váyase con los detectives del DAS, que son expertos en chuzar y pueden servir para poner vacunas; y llévese, de paso, a algunos miembros de las Fuerzas Armadas: estoy seguro de que encontrarán en esa isla gran materia prima para sus próximos falsos positivos.

Aproveche que la doctora Guerra acaba de dejar el ministerio y llévesela para allá, que Haití merece tener un satélite propio; y permita que con ella se instale la Comisión Nacional de Televisión, que ese sufrido pueblo merece entretenerse con un canal, y sólo ellos pueden hacerlo realidad.

Allá hay bastante prado, Presidente, para que monte a caballo; y bonitos ríos, para que chapotee en ellos con todo su gabinete.

Quedaremos a la deriva, es cierto; y nadie podrá reemplazarlo. ¿Juan Manuel Santos, acaso? No, Presidente: nos sacrificamos de nuevo: es mejor que se lo lleve con usted, para que ayude a recuperar la seguridad de la isla. Ellos lo necesitan más que nosotros. Acá ya todo está bien a ese respecto.

Presidente Uribe: sabemos que no le gusta descansar. Y usted ya ha hecho demasiado por nosotros. Siga trabajando, ni más faltaba; pero esta vez ya como un prohombre internacional, más allá de las fronteras. Será duro para los colombianos. Pero comprenderemos con estoicismo que la luz de su faro debe alumbrar otras aguas; más ahora, cuando el agua está tan cara.

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